miércoles, 25 de mayo de 2011

Justamente eso ...


... Pero ella no estaría ahora en el puente.
Su fina cara de translúcida piel se asomaría a
viejos portales en el ghetto del Marais,
quizá estuviera charlando con
una vendedora de papas fritas
o comiendo una salchicha caliente
en el boulevard de Sebastopol.

De todas maneras subí hasta el puente,
y la Maga no estaba.
Ahora la Maga no estaba en mi camino,
y aunque conocíamos nuestros domicilios,
cada hueco de nuestras dos habitaciones
de falsos estudiantes en París,
cada tarjeta postal abriendo una ventanita Braque
o Ghirlandaio o Max Ernst contra las molduras baratas
y los papeles chillones,
aun así no nos buscaríamos en nuestras casas.

Preferíamos encontrarnos en el puente,
en la terraza de un café,
en un cine-club o agachados junto a un gato en
cualquier patio del barrio latino.

Andábamos sin buscarnos pero sabiendo
que ansiábamos para encontrarnos.

Oh Maga, en cada mujer parecida a vos
se agolpaba como un silencio ensordecedor,
una pausa filosa y cristalina
que acababa por derrumbarse tristemente,
como un paraguas mojado que se cierra.

Justamente un paraguas, Maga ...

© Julio Cortazar - Rayuela Cap.1

2 comentarios:

  1. "Horacio resbaló un poco más y vio muy claramente todo lo que quería ver."..."Y la Maga estaba llorando, Guy había desaparecido, Etienne se iba detrás de Perico, y Gregorovius, Wong y Ronald miraban un disco que giraba lentamente, treinta y tres revoluciones y media por minuto, ni una más ni una menos, y en esas revoluciones Oscar's Blues, claro que por el mismo Oscar al piano, un tal Oscar Peterson, un tal pianista con algo de tigre y felpa, un tal pianista triste y gordo, un tipo al piano y la lluvia sobre la claraboya, en fin, literatura..."

    Cap.13

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  2. "De acuerdo en que en ese terreno no lo estarían nunca, se citaban por ahí y casi siempre se encontraban. Los encuentros eran a veces tan increíbles que Oliveira se planteaba una vez más el problema de las probabilidades y le daba vueltas por todos lados, desconfiadamente. No podía ser que la Maga decidiera doblar en esa esquina de la rue de Vaugirard exactamente en el momento en que él, cinco cuadras más abajo, renunciaba a subir por la rue de Buci y se orientaba hacia la rue Monsieur le Prince sin razón alguna, dejándose llevar hasta distinguirla de golpe, parada delante de una vidriera, absorta en la contemplación de un mono embalsamado. Sentados en un café reconstruían minuciosamente los itinerarios, los bruscos cambios, procurando explicarlos telepáticamente, fracasando siempre, y sin embargo se habían encontrado en pleno laberinto de calles, casi siempre acababan por encontrarse y se reían como locos, seguros de un poder que los enriquecía. A Oliveira le fascinaban las sinrazones de la Maga, su tranquilo desprecio por los cálculos más elementales. Lo que para él había sido análisis de probabilidades, elección o simplemente confianza en la rabdomancia ambulatoria, se volvía para ella simple fatalidad. "¿Y si no me hubieras encontrado?", le preguntaba. "No sé, ya ves que estás aquí..." Inexplicablemente la respuesta invalidaba la pregunta, mostraba sus adocenados resortes lógicos. Después de eso Oliveira se sentía más capaz de luchar contra sus prejuicios bibliotecarios, y paradójicamente la Maga se rebelaba contra su desprecio hacia los conocimientos escolares. Así andaban, Punch and Judy, atrayéndose y rechazándose como hace falta si no se quiere que el amor termine en cromo o en romanza sin palabras. Pero el amor, esa palabra..."

    Cap. 6

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