![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj8D8-EHnUrwk-sZzmi9GfbuNO4Q74NJYOIctCFsgwOwWxCxXvOUF3dbQuBxpP-WDVXNDhyNpWV2UQvxPZ_1IZPqqTVOnFSEBmhXL3hAr3S762ZktxBOO40iBgUXnQE16ylr1G71ccrR7bf/s320/3e44bb8a-9c36-47fe-9cdc-9b286b3376a8.jpg)
Brilla el sol desde el cielo, brilla pero calienta,
y mira donde estoy, entre aquel sol y tú:
El calor que recibo del sol poco me daña;
la llama de tus ojos es la que a mí me abrasa
y si inmortal no fuera, aquí me moriría,
entre el sol celestial y este sol terrenal.
¿Insensible, eres roca, duro como el acero?
O más que roca o piedra que la lluvia ablanda:
¿De mujer eres hijo, y no puedes sentir
que es amar y el tormento del deseo de amor?
Si tu madre tuviera espíritu tan duro,
no hubiera conocido la maternal ternura
¿Quién soy para que tú me desprecies así,
o que gran amenaza se esconde tras mi ruego?
¿Qué mal haré si pongo un beso en vuestros labios?
Hermoso, habla primores, o ten la lengua muda:
Dame tan sólo un beso, que yo devolveré
con otro más intenso, y si quieres dos más.
© William Shakespeare